EL VIAJE Y EL AMOR.
CAPITULO 2
Salir de Londres, es en sí mismo un gran acontecimiento, el olor a verde campo lo envuelve todo, sigue siendo gris, pero ahora el horizonte es algo digno de verse.
Me escabullo entre las ramas de los arboles, con una certeza
clara, concisa, soy una persona que usa su imaginación, y sabe cómo usarla.
Me busca la realidad de un Londres opresor, que me convierte
en una bestia, que repugna a unos pero que me hace ser un dios.
Voy absorto en mis pensamientos, dos días de viaje, el
primero paramos en una pequeña fonda, en ella un matrimonio muy amable, me
atiende con una esmerada cortesía, su amabilidad me repugna, me hace sentirme
como un pastor, ante sus serviles ovejas, menos mal que dura solo una noche, en
la que me duermo recordando el olor a sangre, los gritos, magníficos.
El segundo día, ese estaba esperándolo desde hace tiempo, la
fonda donde nos hospedamos mis sirvientes y yo, está lejos de las rutas
comerciales, no es muy frecuentada, es porque cuando no dirigimos a los páramos,
no hay mucho transito, en esa fonda esta la única mujer a la que he amado, una
mujer lisiada, tiene una horrible quemadura que la marca todo el rostro, la
gente no suele mirarla, pero yo la veo, veo a la joven que un día conocí, que
un día me enseño lo maravilloso que es el amor, lo de la cara fue un accidente,
eso dice ella, pero fue quemada por su marido, cuando se entero de que yo no
era el único al que enseñaba.
Luego él se ahorco, la dejo sola, en aquella oscura fonda,
pero ahora que no era bella, ya no había hombres que atraídos por su belleza acudían
como moscones a la miel.
Cuando me ve entrar, una mueca que parece grotesca se acuña
en su cara, si no es muy bonita, pero ella es la única que puede complacerme.
Paso la noche en su cama, y la pido que deje la fonda, que
venga conmigo a Londres, a mi casa, a mi casa.
Pero ella no contesta, a la mañana siguiente se despide de
mi, con una mirada triste, sus ojos, no mienten, teme que en Londres la traten
como una monstruosa atracción de feria, pero yo nunca haría eso, nunca, nunca.
En fin, que haga lo que desee, no puedo quedarme aquí para
siempre, tengo una boda la que asistir
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